En la creencia popular afirmamos que los brasileros exageran cuando dicen tener ..”o mais grande do mundo” pero cuánta razón tienen cuando conocemos algunas de sus tantas bellezas naturales…
Nuestro vecino país, con más de 8 millones de km2 de superficie y alrededor de 214 millones de habitantes es atractivo y atrapante en todos los puntos cardinales.
Son las 10:00 am con una temperatura de 28º, en la playa disfrutando de una caipirinha y suena “soy cordobés“ del Potro Rodrigo, tenemos que abrir bien los ojos para comprobar que no es Córdoba… claro, estamos en Canasvieiras y nos sentimos como en casa porque todo el sur de Brasil nos resulta tan cercano y familiar, se evidencia el esfuerzo por entender nuestro idioma y recibirnos siempre con una sonrisa.
Rio de Janeiro, la cidade maravilhosa, la de contrastes que nos permite gozar un día de playa inolvidable en Copacabana y por la noche disfrutar de unos camarones empanados mientras suena Maria Creuza en el bar Vinicius de Ipanema. Río nos obliga a perdernos en las callecitas empinadas del barrio de Santa Teresa, entre atelieres de artistas y galerías de arte.
En Rio podemos visitar a Dios en su más moderna casa (la Catedral Metropolitana de Río fue finalizada en 1976) y fundirnos en un abrazo con su hijo que nos recibe con los brazos abiertos desde el Corcovado.
Aromas de frituras, bahianas vestidas de blanco inmaculado y el sonido de tambores nos advierten que un grupo de crianzas practica capoeira en el Pelourinho, Salvador de Bahía nos invita a pasear las calles donde Doña Flor y Vadinho vivieron su historia de amor y al oído nos susurra Jorge Amado: “desprendiéndose doña Flor el beso y los abrazos en los que se sentía desfallecer” y nos invaden las ganas de viajar a Ilheus para escuchar “olor de clavo, Color de canela, Yo vine de lejos a ver a Gabriela“ de Gabriela, clavo y canela.
Caminamos por callecitas adoquinadas, de casitas pintadas de colores radiantes, visitamos conventos de 1600 mientras el sol se recuesta en el mar y es que estamos en Olinda, la capital cultural de Brasil, a pasitos no más de Recife , la Venecia americana, disputada por portugueses y holandeses y donde el acervo cultural africano está presente en los bailes de fevro y forró.
Marchamos por la carretera hacia el sur con el mar y los acantilados a nuestra izquierda y las extensas plantaciones de caña a la derecha; nos sorprenden tres delfines, que a metros no más de la playa danzan para nuestro deleite. Agitados recorridos en buggy por altísimas dunas de arena y la exótica posibilidad de pasear en dromedarios ¡claro!, estamos en Natal y Pipa. El extremo más occidental de Brasil, esa tierra que antaño estuvo unida al desierto africano, nos regala 300 días de sol al año, de allí su apodo “la Tierra del sol”
Modernas ciudades, infinidad de museos, exquisita gastronomía, playas maravillosas, naturaleza por doquier, gente alegre y hospitalaria, villas de pescadores deseosas de ser descubiertas….Brasil obliga a quedarse y a volver una y otra vez, Brasil enamora y encanta.
Experiencia de viaje de Belén Rolfo