México es un sinfín de experiencias intensas que nos dejan perplejos ante tanta belleza. Partiendo desde Ciudad de México, atravesada por grandes avenidas y parques, empieza a mostrarnos un poquito de esa convivencia cultural, artística y religiosa, tan rica y propia de este país.

Los murales de Diego Rivera en el Palacio de Gobierno, la perfección de las pirámides de Teotihuacan, y la basílica de Guadalupe con su villa son algunos de los puntos altos con los que arranca este viaje.
La ruta continúa hacia Puebla y su calle de los dulces para frenar en Oaxaca, una ciudad que se merece su tiempo. Sus calles adoquinadas, las ruinas Zapotecas de Monte Albán en la cima de la montaña, sus destilerías de tequila, y la magia de los telares domésticos en Teotitlan del Valle, empiezan a mostrar otra cara de México.

Seguimos hacia la mítica Chiapas, donde el imponente Cañón del Sumidero nos abre la puerta de un territorio naturalmente hermoso, con pueblos mágicos como San Cristóbal de las Casas, con su mercado indígena y su templo de Santo Domingo. Aunque si hablamos de experiencias que nos hacen volver distintos, San Juan Chamula se lleva el número uno. Este pueblo que parece haberse frenado hace miles de años, tiene en su iglesia unos de los rituales más increíbles de este viaje.

Pero no todo termina acá, en los próximos kilómetros nos esperan Palenque y Uxmal, dos complejos arqueológicos abrazados por la selva con historias que valen la pena escuchar.
Al final, la hermosa Mérida y las célebres Ruinas de Chichen Itza ponen fin a esta travesía por el corazón de México, aunque no a tu viaje, porque unos días de relax en la playa siempre son necesarios, para volver distintos.