Quiero conocer más sobre este destino¿Alguna vez pensaste que tu pasión por la gastronomía podría ser tu mejor guía de viaje? En esta nota de blog, Travel Wise te invita a embarcarte en un tour gastronómico que te llevará a lugares increíbles y te dejará con ganas de hacer las valijas ya mismo. Hagamos un recorrido de las 8 ciudades gastronómicas más imperdibles de América. ¿Estás listo para este este recorrido de viaje continental? Probar y disfrutar de nuevos sabores mientras conoces, anímate a volver distinto.
Arrancamos por casa. Porque, seamos sinceros, no hay nada como un buen asado argentino para abrir el apetito. Buenos Aires es como esa abuela que siempre tiene algo rico para ofrecerte, pero multiplicado por un millón.
Imaginate caminando por Palermo, el aroma a carne a la parrilla inundando las calles. Entrás a una parrilla y te encontrás con un bife de chorizo jugoso que parece sacado de tus sueños. Y no nos olvidemos de las empanadas, esos pequeños paquetitos de felicidad que son como un abrazo para tu paladar.
La cosa no termina ahí; los cafés porteños son una experiencia en sí misma. Sentate en el Café Tortoni, pedite un cortado con unas medialunas, y sentite parte de la historia literaria de la ciudad. Es como viajar en el tiempo.
Y para los que tienen alma de noche, la escena de bares de Buenos Aires es de otro planeta. Desde los speakeasies ocultos hasta los rooftops con vista al río, hay para todos los gustos. ¿El maridaje perfecto? Un fernet con coca, por supuesto. Es como un rito de iniciación porteño. Nosotros, los cordobeses, sabemos del tema.
Toma tu pasaporte y viajemos al norte. Bienvenido a la Ciudad de México, donde la comida es tan colorida y vibrante como sus murales.
Allí la gastronomía es como una máquina del tiempo comestible. Podés arrancar tu día con unos tacos al pastor en un puesto callejero (sí, desayunar tacos es totalmente aceptable allá) y terminar en un restaurante de alta cocina probando una reinterpretación moderna de mole.
Aquí encontraras el mercado de La Merced, que es como el parque de diversiones de los amantes de la comida, es como si tu paladar se subiera a una montaña rusa de sabores. Podés probar de todo: desde tlacoyos, un típico antojito mexicano, hasta chapulines, los famosos grillos de textura crujiente y sabor alimonado que los locales tanto aman.
Siguiente parada: Lima. Preparate porque estás a punto de entrar en la capital gastronómica de Sudamérica. Allá la comida no es solo alimento, es un arte, una pasión, casi una obsesión.
El ceviche es el rey indiscutido. Es como si el mar y la tierra se dieran un abrazo en tu plato. Fresco, ácido, picante, es una explosión de sabores que te hará dudar de todo lo que creías saber sobre el pescado crudo.
Pero Lima es mucho más que ceviche. La cocina nikkei, esa fusión mágica entre lo peruano y lo japonés, es como si dos mundos completamente diferentes se encontraran y decidieran hacer una fiesta para tu deleite. Probá el tiradito y entenderás de qué hablamos.
Tampoco podemos olvidamos el pisco sour, el cóctel tradicional de Perú. Es como si las nubes tuvieran sabor y te las pudieran servir en un vaso. Esta bebida alimonada y de consistencia cremosa tiene hasta su propia celebración cada primer sábado de febrero.
Seguimos rumbo al norte. Bienvenidos a Nueva Orleans, donde la comida es tan diversa como su historia. Es como si el Caribe, Francia y el sur profundo de Estados Unidos se amalgamaran a la perfección en un festín culinario.
El gumbo es como el jazz hecho comida. Una mezcla aparentemente caótica de ingredientes que de alguna manera terminan creando una armonía perfecta. Es el tipo de plato que te hace cerrar los ojos y decir «mmm» sin darte cuenta.
Y no te podés ir sin probar un po’ boy. Es básicamente un sándwich, es una experiencia, una tradición, un pedacito de Nueva Orleans entre dos panes.
Para terminar la noche, nada mejor que unos beignets en el Café du Monde, son una especie de buñuelos espolvoreadas con azúcar impalpable. Al probarlos es como si toda la dulzura del mundo explotara en tu boca.
Volamos a São Paulo, la ciudad que nunca duerme y siempre come. Una ciudad que por su ritmo y la actividad incesante nos recuerda inevitablemente a New York.
Aquí, la feijoada es ley. Es como si alguien hubiera agarrado todo lo rico del mundo y lo hubiera puesto en una olla. Frijoles, carne, arroz, farofa… es un festín que colmará tus sentidos.
Pero São Paulo es mucho más que comida brasileña. La influencia japonesa es tan fuerte que encontrarás algunos de los mejores sushi fuera de Japón. Es como si el Atlántico y el Pacífico se dieran la mano en tu plato.
Y no te podés ir sin probar una caipirinha en la Avenida Paulista. Es como estar tomando sol en la playa, pero rodeado de edificios y el ajetrear financiero. Refrescante y dulce, imperdible!
Montreal no es solo poutine. La influencia francesa se siente fuerte, especialmente en las boulangeries, recorrerlas es transportarse a París, pero con un toque canadiense. Los croissants son tan buenos que te hará dudar de estar en el famoso barrio parisino de Le Marais.
No podés perderte el bagel de Montreal. Son como anillos de sabor, horneados en horno de leña y con un toque de miel que los hace irresistibles.
Para terminar el día, date una vuelta por el Mercado Jean-Talon. Es un arcoíris de comestibles, lleno de productos locales y especialidades québécois. Probá el sirop d’érable (jarabe de arce) y vas a entender por qué los canadienses están tan orgullosos de su tierra.
Volvemos a México, pero esta vez nos vamos al sur, a Oaxaca. Si Ciudad de México es como una fiesta culinaria, Oaxaca es como el templo sagrado de la comida mexicana.
Acá, el mole es rey, son siete tipos diferentes. Es como si cada uno fuera un color distinto en la paleta de un pintor, y tu paladar fuera el lienzo. El mole negro es el más famoso, con más de 30 ingredientes. Es como una sinfonía de sabores en tu boca.
Los tlayudas son otro imperdible. Imaginate una pizza italiana, pero mil veces mejor. Una tortilla grande y crujiente cubierta con frijoles, queso, carne y verduras.
Debes probar el mezcal oaxaqueño. A diferencia del de la Ciudad de México, acá es como tomar la esencia misma de Oaxaca. Cada sorbo es una historia, una tradición, un pedacito de esta tierra mágica que te llevárás con vos.
Última parada: la Gran Manzana. Nueva York es como el mundo entero en una sola ciudad, y eso se refleja a la perfección en su comida.
Empezá tu día con un bagel con lox en el Lower East Side; será un desayuno y una lección de historia al mismo tiempo. Cada mordisco te cuenta la historia de los inmigrantes judíos que hicieron de Nueva York su hogar.
Para el almuerzo, date una vuelta por el barrio chino y probá unos dumplings. Y lo mejor es que podés comer como un rey por menos de lo que cuesta un café en Midtown.
A la tarde, un paseo por el High Line te puede llevar al Chelsea Market, donde podés probar de todo un poco. Es como un viaje alrededor del mundo sin salir de un mismo edificio.
Y para la cena las opciones son infinitas. Podés ir por una pizza en Brooklyn (y entrar en el eterno debate de cuál es la mejor pizzería), probar sushi de nivel Michelin, o aventurarte con la cocina fusión en algún restaurante de moda. En Nueva York, el único límite es tu imaginación.
Después de este viaje gastronómico, una cosa queda clara: América es un continente de sabores infinitos. Desde el asado argentino hasta el bagel neoyorquino, pasando por el ceviche peruano y el poutine canadiense, cada bocado es una aventura, una historia, un pedacito de cultura que se queda con vos.
Viajar por estas 8 ciudades gastronómicas es mucho más que un tour culinario. Es una forma de conectar con la gente, de entender su historia y su forma de vida. Porque, al final del día, la comida es el lenguaje universal que nos une a todos.
Como dijo Anthony Bourdain, «como la mayoría de la gente que quiere viajar y comer, nos movemos por la emoción, la belleza, la nostalgia, por lo desconocido y la comida es la puerta de entrada perfecta para eso».
¿Y a vos? ¿Qué ciudad gastronómica de América te gustaría visitar primero? Consultá en Travel Wise, porque las mejores aventuras empiezan con un buen plato de comida.
Después de este viaje gastronómico, una cosa queda clara: América es un continente de sabores infinitos.