Hace ya casi 3 meses, llegabamos a Sao Paulo para presenciar el concierto de Andrea Bocelli. Me tomé un tiempo para redactar esta nota queriendo ser lo más objetiva posible ante semejante emoción, aunque aún no lo logro.
La megapolis de 12 millones de habitantes te recibe con los brazos abiertos sin hacer distinciones. Tu cultura, condición o elección sexual no te definen ante tremenda inmensidad.
Características como pujante, culta, dinámica y cosmopolita podrían describir la urbe. La fascinación que generan sus galerías y museos de arte (imperdibles el MASP y el MAC), su arquitectura emblemática, la belleza de sus parques y avenidas, el barrio chino, sus zonas hipster y su infinidad de bares y restó, nos regalaron unos días mágicos y puros.
Después de alojarnos, y sabiendo que al día siguiente nos esperaba un city tour por sus principales puntos, decidimos ver el lado B de Sao Paulo, mientras otras personas se embarcaban en una excursión hacia Santos y las bellas playas de Guarujá.
Salimos del hotel, ahí nomás esta la avenida Paulista y tomamos el metro hacia Vila Madalena, el barrio bohemio y hipster que respira street art, bares, restaurantes y tiendas de diseño. Callecitas en hermosos desniveles, murales gigantes, y un ambiente tan agradable como relajante nos esperaban.
De regreso fuimos sorprendidos por una enorme manifestación de Ele Nao, que más que molestarnos, nos regaló un pedacito de actualidad de Brasil. La gente marchaba en silencio, de forma respetuosa y en paz.
Domingo a la mañana, recorriendo la avenida Paulista, empezamos a disfrutar los museos. Respiramos el arte de vanguardia en su casa latinoamericana natal, el MASP y el MAC no solo cuentan con importantes piezas de artistas de todo el mundo, recorrerlos de arriba hacia abajo ya es una experiencia en sí.
Seguimos rumbo al Barrio da Liberdade, tiendas chinas y lámparas de colores transforman la zona de una forma agradable.
Llegamos al patio del colegio, para escuchar y ver un poco de historia brasilera, terminando en el enorme Parque Ibirapuera. Aquellos terrenos donados hace muchos años, reforestados y convertidos en el pulmón verde de la ciudad que además de lagos y paseos, alberga museos y centros culturales en las 158 hectáreas que abarca.
El día del concierto se desató una lluvia torrencial pero el cielo consciente de las expectativas de miles de personas que marchábamos al Allianz Parque, nos regaló la calma necesaria minutos antes del show, para transformar el momento en una experiencia única.
Créanme que la voz de Andrea Bocelli abarcó el estadio y opacó la realidad, nos cobijó hasta hacernos entrar en una especie de trance, sólo con su voz ingresamos a un mundo atemporal. La vista, el olfato, el tacto y el gusto ceden el lugar de privilegio al oído y en una práctica empática con el artista… el resultado es sublime.
La vista, el olfato, el tacto y el gusto ceden el lugar de privilegio al oído y en una práctica empática con el artista… el resultado es sublime.