México profundo: para recorrer sin prisas


Cada lugar tiene una historia que contar


#volvésdistinto

Diario de viaje: por Luis Magnaterra

Hace un tiempo llegue por tercera vez a México para seguir descubriendo un país que nos pide mil viajes. En mis primeras visitas el destino fue la Península de Yucatán, y pude comprender que solo el tramo que va desde Holbox a Tulum necesitaba más de dos semanas para descubrir las muchas actividades y lugares que ofrece la Riviera Maya.

Pero también entendí que estos paraísos no mostraban el verdadero México. Por eso, en mi tercera experiencia llegué a la Ciudad de México para cruzar la espina dorsal de estas tierras.

Su moderna capital, con amplias avenidas, rascacielos y parques, alberga tesoros culturales únicos en el mundo. Desde los murales de Diego Rivera en el Palacio Nacional – donde cuenta la Epopeya del Pueblo Mexicano- pasando por la Basílica de Guadalupe y el Santuario Mariano (con más visitas en el mundo después de la Basílica de San Pedro) hasta llegar a las pirámides de Teotihuacán, un complejo arqueológico que conserva las ruinas de una de las mayores urbes prehispánicas: todo México guarda una historia asombrosa.

Murales de Diego Rivera en el Palacio Nacional.

La Ciudad de México parece ser un preámbulo de lo que sigue en el camino: un viaje en el que se mezcla la modernidad con la historia que cuentan sus pueblos en cada ruina y maravilla natural.

Emprendí mi viaje hacia Puebla de Los Ángeles, una ciudad que nos muestra edificios coloniales, una imponente catedral y el mágico templo de San Francisco. Cuenta orgullosa que es la ciudad origen de dos especialidades de la cocina Mexicana: el mole y el camote, que pudimos probar en todas sus variedades en la famosa “calle de los dulces”.

Llegué a Oaxaca, pueblo mágico, ciudad colonial de edificios coloridos y calles adoquinadas que es patrimonio mundial de la Unesco. No solo nos invita a perdernos en sus calles, sino que nos muestra tradiciones bien mexicanas, como sus telares domésticos con colores logrados naturalmente y las destilerías de mezcal que exponen todo el ancestral proceso para lograr esta bebida.
Los atractivos no terminan ahí. Las Ruinas de Monte Albán muestran el esplendor de los Zapotecas, ciudad ceremonial y militar en donde es posible ver, además de edificios, canchas de pelota y templos, unas vistas increíbles del Valle Central ya que se encuentran emplazadas a 400 metros sobre el nivel del mar.
Oaxaca es deslumbrante, pero ya era hora de continuar el viaje. Comienzo a adentrarme en el estado de Chiapas y en su ingreso aguarda el imponente Cañón del sumidero, obra de la naturaleza, con paredes de hasta 1300 mts. que se levantan sobre el Río Grijalva. Monos y cocodrilos nos acompañan en la travesía y nos dejan con la boca abierta.

Iglesia de Oaxaca

Al finalizar me preparo para visitar la hermosa San Cristóbal de las Casas, uno de los pueblos más románticos de México. Al final de cada calle siempre hay niebla o una montaña con pinos, como para agregarle un poco más de belleza, como si no fueran suficientes sus calles, conventos y templos.
Después de caminarla un rato, tomar un café por ahí, disfrutar del contraste del día gris y sus colores fuertes y comprar alguna que otra artesanía de los pueblos Tzotziles y Tzeltales me voy a descansar en un estado de enamoramiento puro.

 

 

San Cristóbal de Las Casas.

A la mañana siguiente, parto a visitar las comunidades indígenas de los alrededores, y es verdad que hay que prepararse para semejante experiencia. San Juan Chamula y Zinacantan son un viaje en el tiempo. Estos pueblos mantienen vivas en el presente las costumbres de antaño y celebran una fuerte independencia del gobierno de México, por lo que al poner un pie en sus tierras, me encuentro con leyes y normas un poco diferentes.
Tienen su propia policía, organismos de gobierno y estilos de vida. Si uno va desprevenido por ahí, se puede perder detalles esenciales de esta increíble experiencia. Abran los ojos, porque los orgullosos pobladores de estas tierras no quieren fotos ni videos de sus ritos y cultos. Y tiene sentido. Después de todo, estas experiencias son para vivirlas aquí y ahora.
Así arribo a San Juan. Me recibe una cruz india y desciendo por su calle principal. A cada lado de la calle se arma una feria, en donde se puede comprar desde antenas satelitales, hasta gallos sacados del baúl de un auto. En la plaza principal hay una gran feria donde se exhibe una inagotable variedad de productos. Haciendo unos pasos más llego hasta la iglesia, una visita que no se compara con nada que haya visto.
Este templo, construido por los españoles, fue adoptado por la comunidad para sus cultos y rituales tradicionales. Las imágenes de santos católicos se colocaron a los costados, se sacaron los bancos y el piso quedó cubierto de pastos y velas, preparados para el ritual de purificación. ¿En qué consiste este ritual? Básicamente, se pide ayuda a los santos o perdón. El encargado de hacerlo es el hombre de la familia y el proceso comienza con las velas en el piso y huevos para
depurarse. El hombre hace el pedido en voz alta mientras empieza a consumir el Pox (un fuerte destilado que se bebe en Chiapas), después de varios minutos finaliza el pedido, se sacrifica una gallina y se bebe una Coca Cola al final, que provoca un eructo, en donde se considera que se elimina todo lo malo o negativo.
Nunca antes había vivido y contemplado una experiencia como esta. Esta muestra de sincretismo religioso me dejó sencillamente pasmado, tanto que no pude ni siquiera procesar la visita posterior al cementerio. Lo que acababa de vivir me tomaría un tiempo todavía para poder comprenderlo.

Iglesia de San Juan Chamula.

Este viaje no termina aquí y continúo por la exuberante naturaleza de Chiapas hacia Palenque. En el camino hay una parada en las cascadas de agua azul, un río que suele ser cristalino, lleno de saltos en el medio de la selva.
Las ruinas de Palenque son otro punto alto de este viaje, rodeadas de una espesa selva, este gran complejo guarda recintos e historias únicas, y recomendamos además de visitarlo, volver por el sendero a través de la selva hasta su entrada, el camino es más largo, pero el paisaje lo vale.

 

 

 

Ruinas de Palenque

Desde allí, sigo a Uxmal, otro complejo perfectamente conservado, con pirámides de gran altura, de estilo Puuc en honor al dios de la lluvia. Después de una visita relajada y un almuerzo necesario, llego a Mérida, otra deslumbrante ciudad de México, con un pintoresco Zócalo principal.

En el camino hacia la Riviera Maya queda por delante nada más y nada menos que la famosa Chichen Itzá, una impecable muestra de la grandeza Maya. Su precisa pirámide principal, su enorme cancha de pelota y el cenote sagrado, son alguno de los lugares que vamos a conocer. A la salida almuerzo y tiempo para disfrutar del cenote It Kill, que a pesar de la cantidad de gente que lo visita, no pierde su encanto.

Llego a la siempre bella Riviera Maya para descansar de unos días después de tan emocionante recorrido, y créanme que aunque la playa es un sueño, nada se compara con todo lo vivido en el camino. Después de una experiencia así, te aseguro que volvés distinto.

 

Playa del Carmen.

Mirá nuestra propuesta de viaje acá.

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