Derviches Danzantes…. la vida está llena de giros.
Si te diriges a Çimenlik Mahallesi, 42020 Karatay/Provincia de Konya, Turquía, llegas al Mevlana Cultural Center de Konya, apresúrate, porque se apagan las luces. La procesión silenciosa entra en la sala. Uno por uno, los hombres se arrodillan formando un semicírculo a la izquierda de la figura negra. Los músicos toman asiento detrás de sus instrumentos y, de repente, una voz poderosa llena el Mevlana. Acaba de empezar el último día del Mystic Music Festival y hoy les toca a los derviches.
Mevlana, gran filósofo, fue el fundador de la secta místico-religiosa de los Derviches Danzantes que aun hoy constituye una de las más altas expresiones del folklore y de la tradición turca. Los giros casi en estado de trance de los hombres vestidos de blanco suponen una experiencia mística por el espectador. Los derviches vestidos con túnicas blancas cubiertas de capas negras, giran alrededor de la sala tres veces; los tres giros representan las tres causas que llevan a Dios: la vía de la Ciencia, la vía de la Intuición y la vía del Amor. Lentamente comienzan a girar, la mano derecha levantada con la palma vuelta hacia al cielo para recoger la Gracia; la mano izquierda más baja y con la palma vuelta hacia la tierra para transmitir esta Gracia al mundo y la unión con la Realidad Suprema.
Los derviches nacen dentro del Islam y su filosofía de vida los lleva a emprender una existencia humilde y ajena a los bienes materiales. Este estilo de vida se remonta a la dimensión mística del Islam, el sufismo, donde la búsqueda divina pasa a través de la famosa danza rotatoria. A pesar de que a menudo, hoy en día, los grupos de derviches estén formados por simples bailarines, es todavía posible asistir a ceremonias auténticas que siguen los preceptos originarios. La sema, el viaje místico, se compone de siete momentos concretos que llevan al derviche hacia el éxtasis y el encuentro con Dios.
Un brazo estirado hacia abajo y el otro apuntando al techo. Así los derviches crean una conexión entre tierra y cielo, entre el mundo de los mortales y el de Dios. Cada momento está acompañado por la orquesta y el canto. Luego, con la misma gracia que había arrancado el movimiento circular, el grupo se apaga. Los derviches retoman la postura inicial en semicírculo. A las órdenes del maestro de ceremonia, vuelven a empezar las reverencias. Cambia la luz que ilumina el salón y vuelven a empezar las piruetas armoniosas. Como peonzas humanas, los derviches hipnotizan al público y refuerzan su conexión ultraterrena. Luego, otra pausa, y nuevamente a girar.Con un pie se empujan y con el otro se fijan ligeros al suelo. Cabeza, brazos y tronco no se mueven ni un milímetro, el espectáculo es grandioso. Los danzadores diseñan círculos que confunden. El ritual se repite una y otra vez durante un tiempo indefinido.
Acabada la danza, los derviches vuelven a su postura inicial, arrodillados al lado de la figura negra. La música se va atenuando, la voz que ha guiado toda la ceremonia cierra con una plegaria que abraza al público musulmán. Una sensación de paz nos devuelve a la realidad. Elpir vuelve a cruzar la sala a paso lento. Uno por uno los derviches retoman la salida. Se van los músicos, se acaba el canto. Se vuelven a encender las luces.
Y nos vamos…sabiendo que no somos los mismos…porque volvemos distintos.