Haber llegado a este punto en el mundo, sin dudas fue una experiencia que recordaré por siempre. Tenía la certeza de que iba a encontrarme con un viaje lleno de recorridos históricos, pero es que además no fue solo eso, sino que también fue maravillarme con un constante presente. Incluso en el imaginario colectivo pensé en encontrarme con túnicas, desiertos y camellos, pero todo lo que sucedió en estas latitudes fascinaron mis sentidos por completo.
Hoy les contaré mi experiencia conociendo Dubái y Turquía de la mano de Travel Wise.
En el momento exacto en el que llegué a Dubái no pude dejar de mirar hacia arriba y es que todo en ese sitio es espectacular, todo es colosal, todo es inmenso y moderno. Recorrer sus calles principales, observar los puestos de comida y mezclarme entre su gente me permitió interiorizarme en sus fusiones genéticas, culturales y exóticas, las cuales son propias de un punto tan alto como este. Mi tour en este viaje comenzó transitando la zona de Jumeirah, un barrio residencial que tiene como significado la palabra: “precioso”. Este es un calificativo que le hace justicia a su nombre. Allí me cruzo con lugareños que se deslizan en sus Lamborghini, visten ropa de grandes marcas y exponen sus joyas opulentas.
Pero, más allá de los lujos, mi búsqueda aquí era sobre lo típico, sobre el origen de Dubái. Entonces me anime a probar las exquisiteces de perfumes hechos a mano y los tradicionales burkas que visten las mujeres en esta zona. Cuando cayó la tarde caminé por la arena blanca de su lujosa playa, mientras contemplaba esta unicidad entre los hoteles de 7 estrellas en el mundo: Burj Al Arab. Una vez que llegó la noche busqué un plan que me permitiera conocer un poco más sobre la cultura de esta ciudad, fue así como me recomendaron probar la experiencia del complejo Madinat Jumeirah. Un lugar que recrea la tradicional cultura árabe y se conecta mediante espejos de agua. Estando allí, me deleité con Mezze, este es un surtido de pequeños platos que se sirven como entrantes y el cual acompañé con un vino. Una vez finalizado mi día, descanse entre el lujo y el confort del hotel Donatello, un lugar que representa a la perfección la magnificencia de esta ciudad.
Un recorrido a través del tiempo
Mi próximo destino tenía un trayecto algo diferente y es que este iba acompañado de alfombras mágicas, té turco y especias al por mayor. Estaba especialmente intrigada por lo que iba a encontrarme al llegar a Estambul y mis expectativas fueron altamente superadas por la realidad de este espacio. A diferencia de Dubái, Estambul me presentó un viaje a través del tiempo y es que esta ciudad parece sacada del cuento de Aladín. En los días que transité sus calles me sentí como Scheherezade, y es que, en este sitio, no podía evitar serlo. Pude conocer los sabores del Gran Bazar, entre los que destacan: El té rojo, los jugos de frutas (granada, cereza, uva) y las delicias turcas que se venden en puestos callejeros.
En mi cuaderno de viaje, llevaba anotado como premisa, la idea insólita de que “debía regatear” todo aquello que me gustara o quería comprar, pero es que lo único que pude hacer fue perderme entre los colores y riquezas artesanales de los pasillos de esta ciudad, construida entre 1455 y 1730 con 61 calles y más de 3600 comercios en su interior.
Luego de la tradicional caminata por el sector de artesanías, quería cambiar de clima por algo más nuevo y vibrante. Así que, me dejé llevar por los consejos que me dieron en un puesto y me dirigí hasta el barrio de Cihangir, un sitio lleno de cafés, librerías, galerías de arte y tiendas vintage. Y para disfrutar aún más mi día, bajé hacia las calles de Tophane y allí decidí relajarme mientras admiraba los espacios verdes a la orilla del Bósforo.
Una de las grandes intrigas que tenía en mi mente para develar era el Parque Natural Pamukkale cuyo nombre significa “castillo de algodón”, y es que quedé fascinada con las imágenes que había encontrado en internet antes del viaje y en mi memoria quedó registrada una postal de enormes montañas blancas y fantasiosas. Sin dudas todo lo que vi e imagen previamente, fue pequeño al lado de lo que mis ojos estaban admirando pues el lugar superó ampliamente mis expectativas.
Lo primero que te piden al llegar es que te quites las zapatillas y las guardes en una mochila porque las cascadas de agua bañan todo el espacio. El carbonato de calcio que se reposa al principio es como un gel suave, con el tiempo se endurece y se forman los travertinos. A pesar de esto, con tantos visitantes caminando sobre las terrazas este sitio milenario causa la desintegración de este material.
Luego de recorrer el espacio y sacar una gran cantidad de fotos para mostrarles a todos en mi regreso, me desplacé hacia un sitio histórico muy cercano: La Ciudad Helenística De Hierápolis. Esta se construyó alrededor del año 180 a.C. y recibía a todos los visitantes atraídos por las leyendas terapéuticas de estas aguas, donde hay estanques con columnas, capiteles y restos arqueológicos con agua que emana del subsuelo volcánico de la zona. Hice una pausa entre tanta caminata y decidí sumergirme en esta agua cristalina mientras admiraba este histórico lugar rodeado de tantos relatos y momentos únicos.
En este sitio, también me encontré con lo arqueológico de Hierápolis, ya que tuve la oportunidad de conocer las antiguas ciudades romanas rodeadas de iglesias, baños, un ágora del siglo II y el gran anfiteatro. Caminé respirando una atmósfera tranquila e intenté en ese transcurso transportarme hasta el momento exacto en que las milenarias poblaciones vivían aquí. Me sentí muy afortunada al poder visitar en este itinerario dos sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Turismo sobre los cielos de Capadocia
Dentro de todo mi itinerario había un punto que no había investigado demasiado porque quería dejarme sorprender y es que en el momento en el que mis pies pisaron aquel lugar, simplemente quedé maravillada.
Caminar por la región de Göreme, es como estar metida en un cuento y que te den la oportunidad de conocer las casitas de pequeños duendes que solo un lugar con esta atmósfera atractiva puede brindarte. Durante el tiempo que estuve aquí, descubrí el Museo al Aire Libre, que reúne más de 600 iglesias rupestres y viviendas trogloditas. Me encontré con monasterios excavados en roca, como la famosa Elmali Kilise (Iglesia de la Manzana) o la llamada Iglesia Oscura.
Así y todo, la parte más aventurera de este encantador viaje me tomó por sorpresa cuando al amanecer, en el cielo claro de Capadocia, pude contemplar las formaciones rocosas desde distintas iluminaciones que reflejaban la luz del sol. Además de los colores en el cielo de los globos aerostáticos
Cuando comenzaba a caer el sol, decidí darme el gusto de degustar sabores típicos de esta parte del mundo como el Manti y el Testi kebab. Los primeros son cubos de pasta rellenos de carne, como un ravioli, acompañados de yogur o salsa de tomate. El testi kebab, es un sabroso guiso de cordero preparado al fuego en una vasija de barro que, una vez cocinada, se rompe para extraer la comida.
Una vez terminado ambos menús, caminé por las calles conociendo las artesanías, conversando con los lugareños y me llevé típicas piezas del lugar de recuerdo como cerámicas y alfombras para atesorar para siempre.
Sin dudas, todo lo que conocí en esta aventura me dejó maravillada y es que vine buscando cobre y encontré oro en un viaje que cambió por completo mi experiencia, que me hizo adentrarme en nuevos mundos y me trajo muchas enseñanzas. Quería volver distinta y así fue.
Dubai y Turquía, una combinación para no dejar de asombrarse.