Escribir sobre lo vivido…sentido…experimentado… disfrutado durante los quince días en uno de los destinos más increíbles que he visitado, viajando con 40 personas de diferentes provincias de Argentina. Créanme, va a ser realmente difícil transmitirlo, pero vamos a intentarlo!
Nos encontramos en Ezeiza, provenientes desde casi todos los puntos cardinales del país. Partimos rumbo a Estambul por la moderna Turkish Airlines, y a pesar de que estuvimos 19 horas en el avión, debo reconocer que se pasan bastante rápido (sobre todo a la ida), la comida es abundante y variada, el entretenimiento a bordo tiene un menú bien completo de películas, series, música y para que no te pierdas de nada, canales de aire donde podés ver hasta los partidos del mundial mientras volamos por arriba de las nubes.
Llegamos a Estambul, un poco cansados, camino al hotel nuestra guía Isaac (Izet) nos va contando un poco sobre la ciudad, el país, cambio de dinero, etc. Como para empezar a dejar nuestra Argentina y meternos un poco en lo que vamos a vivir en los próximos días. Nos alojamos en Taksim, y como hace 29 grados y es Ramadán, decido empezar a ver un poco de Estambul. La plaza iluminada, con una feria, bares, restaurante, la peatonal Istiklal con su tranvía, mucha gente caminado tranquila y disfrutando. Obviamente no me podía dormir sin probar un Kebab, que por cierto estaba delicioso. Después de eso puedo decir que ya estaba en Turquía.
Día 2 en Estambul: Nos levantamos temprano, con la agenda marcada. Desde el hotel hasta la zona de Sultanhamet, y previo paso por el hipódromo, llegamos a La Mezquita Azul. Ni siquiera los miles de andamios colocados para refaccionarla pueden dejar de hacerla imponente. Las chicas se ponen sus pañuelos y pareos, nos descalzamos y entramos. Embelesados por semejante espectáculo de vitrales y arcadas, empezamos a escuchar sobre Mahoma, Sultanes, rezos, y mientras pisamos sus alfombras, nos preguntamos porque hay alfombras en todas partes y porque debemos descalzarnos. Mahoma quería que la gente se sienta como ¨en casa¨ y los turcos, que vivían en tiendas, para aislar el frío del piso usaban alfombras. Estas alfombras eran tejidas y elaboradas por la manos de las mujeres, imagínense lo que significa hacer una alfombra de unos 16 metros cuadrados en esa época, llevaba más de 1 año poder terminarla. Entrar con los zapatos y ensuciar la alfombra, era no respetar todo el trabajo de un año.
Salimos asombrados de Sultanhamet y cuando estamos volviendo a recuperar el aliento, en frente, aparece Santa Sofía. Esta ciudad no da descanso, sin hacer fila, entramos otra vez, a deslumbrarnos. Las lámparas, los techos, la caligrafía, su altar, su tamaño, su historia, todo es surreal. De mezquita a Basílica, Santa Sofia es un icono de Estambul.
Salimos, hacia atrás de Santa Sofia nos espera el Palacio Topkapi, un residencia/fortaleza de 700 mil metros cuadrados. Desde 1465 hasta 1853 fue hogar de los sultanes. Dentro del palacio encontramos varios edificios (harem, biblioteca, cocina, habitaciones), jardines de rosas, balcones al mar, todo en una ubicación privilegiada con vista al cuerno de Oro. En el restaurante donde almorzamos y recuperamos energías disfrutamos de esas maravillosas imágenes. Debo decir que lo más interesante del palacio, para mí, fueron las charlas de nuestro guía, que logró contextualizarnos en menos de una hora y poder sentir hasta un poco de empatía por los sultanes que ahí dentro vivieron. Algunos poco tiempo, otros muchos años, definitivamente no era una vida fácil (menos para el pueblo), y ser hijo heredero mucho menos, pero a través de la historia, pudimos comprender mejor el presente.
Terminaba nuestro día de excursión. Pero como eran solo las 3 de la tarde, con algunos compañeros de viaje, decidimos visitar la Cisterna Basílica y aventurarnos a utilizar el metro en Estambul, ya que los taxis, no te los recomienda nadie. La cisterna basílica era uno de las muchas reservas de agua que tenia la ciudad, y decidieron hacerla bajo tierra para proteger el agua de los ataques enemigos. Es casi un palacio sumergido, con un bosque de 336 columnas de mármol, nos muestra la grandeza de Constantinopla. Una vez afuera, compramos la Estambul Card, y allá vamos. Cosa sencilla, subir al metro, embocar la dirección correcta rumbo a Kabatas, bajarse y tomar el funicular hasta plaza Taksim. Llegamos muy tranquilos y temprano, así que dije porque no ir por un buen café turco? Tome la Istiklal hacia abajo, hasta la calle Olivia Gecidi y me senté en las mesitas del Mandabatmaz, un café tradicional, de bohemios Turcos. Café corto, fuerte y sabroso. Eso sí, toma solo la mitad, porque lo que sigue es pura borra, y eso se deja para la lectura!!
Día 3 en Estambul: A comprar. Salimos tempranito rumbo al Bazar de las Especias. Un pintoresco mercado, lleno de colores, aromas y sabores. Todas la variedades de té posible, todos las delicias turcas, condimentos de la mejor calidad y vendedores poliglotas. Después de un breve paseo nos vamos al puerto y hacemos nuestro paseo por el Bósforo, una excelente manera de ver Estambul desde otro lado. La Torre de Leandro, el Palacio Dolmahace, Algunas Mezquitas por aquí, casas de las novelas por allá, el puente intercontinental bien arriba y terminamos en un lindo restaurante frente al puerto comiendo una deliciosa Lubina. Nadie puede estar mal con semejante ciudad.
Después del almuerzo nos vamos para el Grand Bazar, llegamos y debo decir que estoy un poco decepcionado, lo recorrí por todos los rincones, buscándole algo de sabor, pero me dio la sensación de que perdió su estilo y ya es un espectáculo para turistas. Y como nuestro día de excursión terminaba ahí, junto con 10 valientes, otra vez al metro en busca de algo mas autóctono, la Mezquita de Suleiman.
Después de preguntar unas 10 veces como llegar desde la parada del metro, leer un par de grafitis indicadores y subir un kilómetro hacia arriba, con la posibilidad de no poder entrar por ser viernes de Ramadán, llegamos al fin. Sus jardines y la vista de la ciudad desde allá arriba, ya valieron la caminata, pero además estábamos de suerte y ¡pudimos entrar!. Cruzamos la puerta y otra vez la cabeza fue para atrás ante semejante construcción, una energía cálida se apoderó de nosotros, la gente orando, se escuchan los salmos, nos sentamos, nos regalan el Corán, nos sentimos bendecidos por estar ahí. Descansamos un rato mientras contemplamos la Tumba de Suleiman el magnífico y emprendemos el regreso hacia abajo.
Como ya dominábamos muy bien el metro dijimos: porque no usamos los ferris?? Y como todo es posible con la Estambul card, nos tomamos el ferri rumbo a Uskudar, la parte asiática. Nos bajamos y caminamos por la costa, es hermoso el paseo, como la vista de Estambul al frente, con el sol cayendo detrás. Tan lindo fue, que decidimos tomar un té contemplando la belleza del atardecer. Después de un rato nos volvemos hacia Eminonu, y luego a Taksim, ya es tarde y mañana nos vamos de Estambul, pero nada de despedidas porque volvemos en unos días, así que hasta luego.
Siento la necesidad muchas veces de reivindicar los viajes en grupo. Incluso para mí. La gente me dice: te hacen levantar muy temprano, que estamos de acá para allá, que tengo ganas de estar solo, que porque esto, porque lo otro. Y después de acompañar a varios grupos, encontré otra perspectiva. Veo personas compartiendo experiencias, trasmitiéndose conocimientos, historias de vida, soluciones a problemas, risas. Veo empatía, nuevos amigos, noches de cervezas o cafés frente al mar en Izmir que se convierten en graciosas charlas de autoayuda, mates a puro chisme al lado de la pileta, mesas compartidas, noches de fiesta y baile, historias de vida para escuchar, mejores que cualquier película que puedan estar pasando en la habitación, la pequeña ofrenda de: ¿querés que te saque una foto? Creo que todo puede ser mágico cuando un grupo de personas se dispone a disfrutar de un viaje. Compartiendo, soltando, escuchando, sonriendo, siendo amables, tolerantes, aceptando. Por eso VOLVEMOS DISTINTOS
Creo que todo puede ser mágico cuando un grupo de personas se dispone a disfrutar de un viaje.