Aventura única en el Vieux Nice y adiós a la Provenza


Cada lugar tiene una historia que contar


#volvésdistinto

Un viaje guardado en el alma 

 Este viaje sin duda quedará en mi memoria para siempre, y es que todo lo que me llevó de acá es sabiduría y conocimiento. De todas las palabras nuevas que aprendí en francés, mi nueva favorita es promenade. En español no tenemos una expresión que comunique esto: significa paseo, pero de un modo mucho más poético y preciso. Ser promener es caminar lentamente disfrutando del paisaje. Es relajarse y andar por placer. Es tomarse el tiempo para contemplar, tomar un respiro y absorber las imágenes alrededor. Eso fue lo que hice yo en este viaje, me llevé toda foto que pude para recordar que estuve aquí, viviendo la vida.   

Para mí, la promenade cobra su verdadero sentido en Niza. La ciudad más grande de la Costa Azul es el punto preciso donde la montaña se une con el océano y es un lugar que habla a través de su cultura, de sus expresiones artísticas, sus museos, su vida nocturna, sus magníficas vistas del mar y su sencilla pero sabrosa comida. La parte antigua de la ciudad, el Vieux Niece o la Vieille Ville es el sueño de los viajeros ávidos de experiencias.  

El casco histórico es como un laberinto de calles estrechas de adoquines y edificios en tonos pastel donde el sol del mediodía se cuela entre los muros haciendo que sus colores sean aún más cálidos. En sus veredas angostas se forman grupos de cafés y barcitos, donde siempre hay espacio para una silla más. Al alzar la mirada, se ven pequeños balconcitos y macetas con flores que parecen trepar las paredes. Los farolitos, las persianas en tonos contrastantes y alguna que otra bandera francesa decoran el paisaje de manera excepcional.   

Es sin dudas uno de los paisajes con más colores que vi en mi vida y es que no se puede creer el ambiente hermoso que se respira en aquel lugar. 

Puerto Viejo – Niza

Un recorrido por la vieja Niza   

La vieja Niza es casi tan romántica como intrigante. Parece haber cambiado poco desde el siglo XVIII y es que su arquitectura es tan particular que te sentís un viajero en el tiempo en donde observas que lo único que se mueve a un ritmo frenético y extiende un puente entre el pasado y el presente es el Cours Saleya, un mercado al aire libre que todos los días saca a relucir sus productos frescos y sus flores naturales en una sinfonía de colores.  

Esta es la primera vez que visitó un mercado con semejante catálogo de frutas y verduras y siento que la mejor vista no se aprecia desde adentro, sino desde alguno de los balcones o terrazas que se encuentran arriba del mercado y dan a la calle. Contemplar a los viajeros que vienen y que van, el ajetreo constante de los artesanos y los toldos a rayas que cubren graciosamente las tiendas es apreciar toda esa postal completa desde un lugar privilegiado.   

En el comienzo de la calle principal del mercado, en el número 1, también se puede divisar el sitio donde vivió el célebre Matisse en 1917. En sus obras, casi como si fueran un espejo, se puede percibir la vivacidad y el colorido de estas mismas calles, que seguramente a él también lo supieron encandilar.    

Pero es aquí habitan otros puntos imposibles de perderse como disfrutar del paseo de los ingleses, broncearte en la playa de Marinières, en Villefranche-sur-Mer, realizar un sendero por el parque de Mont Boron, déjate inspirar por el Museo Marc Chagall y admirar las panorámicas vistas desde el parque de la colina del Castillo.   

Eso y mucho más podés hallar en Niza y es que no alcanzan las palabras para describir todo lo hermoso que se encuentra visitando este lugar.   

Un paquete turístico que incluye comer rico en Provenza  

Probablemente, la Provenza sea el único lugar del mundo en el que se puede pedir una simple ensalada de tomates con aceite de oliva y sentir que estás ante un manjar digno de reyes. Los ingredientes típicos de la cocina mediterránea se hacen fuertes en esta región, donde los platos son sencillos, pero el amor al prepararlos es quizás lo que hace que sea diferente al resto.  

Fui testigo de esto en Le Bistrot d’Antoine, uno de los tantos restaurantes que decoran la parte vieja de la ciudad. Miré la carta y vi que todo era simple y muy tradicional, opté por algo clásico y típico como Tomate, ajo, aceite de oliva y una pasta al pesto de sabor intenso. Cuando lo probé fue increíble, posiblemente, el mejor plato que alguien haya degustado. Este fue uno de mis sitios preferidos porque además de ser encantador, el personal me resultó sumamente amigable y la comida exactamente como a mí me gusta: deliciosa y elegante, pero para nada pretenciosa.   

Al finalizar me fui pensando que sin dudas el arte culinario de este lugar no tiene nada que envidiarle al resto de Francia, pues es increíble lo que se puede lograr con 4 ingredientes.   

Por la tarde, después de un paseo por la obligatoria Place Massena, la cual considero que es mucho más linda si se la visita al caer el atardecer; realice un recorrido breve por la Place Saint François y una caminata un poco más larga por la zona de Castle Hill, lugar que creo que vale la pena quedarse más tiempo y en donde me detuve a comprar un rico helado de postre en uno de los sitios más caprichosos que he visto. 

Place Massena – Niza

Les Sucres Sales de Fenocchio es una heladería típica de Niza que se especializa en helados y postres fríos de variedades infinitas y mezclas algo exóticas. Vainilla a la pimienta, jazmín, lavanda, arroz con leche, regaliz o palta son algunos de los sabores que se entremezclan con los más tradicionales y los cuales sin duda llamaron mi atención. Mi única crítica hacia este lugar es que me dio demasiadas opciones y me llevó incontables minutos decidir qué pedir. Finalmente me incliné por el caramel beurre salé, que me pareció algo muy típico de Francia, y una versión helada de la tradicional tourte de blettes niçoise con obleas y chocolate. La verdad es que la espera valió la pena pues el sabor de este lugar es incomparable con el resto del mundo.   

Me voy de este pequeño paraíso mediterráneo con muchos aprendizajes, conocimientos y valores nuevos, de los cuales destacó una certeza mayor: la Provenza está al servicio del buen vivir y del buen comer. En cada rincón de esta región la gastronomía es un auténtico placer, un arte admirable y una pasión, es un espacio para el intercambio y el conocimiento, es el orgullo de haber sabido transformar tantas herencias culinarias en una identidad propia que enamora profundamente a todos los turistas que arriban en este lugar.  

¡A bientôt ma chère France!  

Como aprendizaje me llevo algo muy certero y es que Francia es mucho más variada y abierta de lo que parece cuando uno llega a París y empieza a caminar por Les Champs-Élysées. El parisino es muy diferente a los habitantes de otras regiones, quienes me permitieron aprender mucho más del idioma, la cultura y las costumbres. Desandando los caminos interiores, pude vivir casi como viven todos los que eligen este lugar como su casa y es así la sentí durante el tiempo que estuve aquí.    

En mi experiencia puedo decir que me gustó mucho más esta Francia culta, sincera y de buen vivir, pero para nada suntuosa. Me enamoraron sus descomunales paisajes naturales, casi tanto como me atraparon sus sabores tradicionales y las sonrisas que coleccioné en cada pueblo.   

Estoy segura de que regresaré algún día y querré hacer todo de nuevo, pues me encantaría caminar nuevamente por cada punto exacto en el que fui feliz.  

Gracias Travel Wise por esta increíble experiencia, volví distinta.

La Provenza

Mirá la propuesta que tenemos para vos acá.

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