Como vivir en un cuento: recorriendo el Valle del Loira


Cada lugar tiene una historia que contar


#volvésdistinto

Los Castillos siempre me llamaron la atención. Son como esas joyas familiares que atesoramos porque son el único vestigio de un tiempo que no volverá. Majestuosos, lujosos y soberbios; llenos de laberintos, jardines espesos y salones que se pierden en el horizonte. Donde haya un castillo siempre habrá historias libradas a la imaginación.

Por eso la idea de visitar el Valle del  Loira me tuvo varias noches sin dormir. Imaginaba cuántos episodios desconocidos habrán tenido lugar en esos rincones que han visto pasar miles de años de fastuoso esplendor. Pensaba cómo se vería el verde infinito desde los altos torreones y cómo se respiraría el aire fresco del Jardín de Francia.

Colinas suavemente dibujadas, cielos dignos de ser exhibidos en el Louvre y el sutil tintineo del Loira: el río que atraviesa Francia bañando su historia y sus paisajes. Muchas de las cosas más bellas de este país se erigen en torno al Loira y llegar hasta estas tierras es llegar al corazón de un sitio que deleita todos los sentidos, allí donde la bulliciosa París ya no ruge.

Todos recomiendan como primera base la ciudad de Bois, donde empieza a delinearse la ruta de los castillos. En el centro del Valle, aparece el más imponente: el de Chambord. Para alguien que se precia de amar los castillos y las construcciones medievales, es como adentrarse por fin en uno de esos cuentos de fantasía que tanto me habían cautivado.

Castillo Real de Blois

Chambord es el mayor de los castillos del Loira, diseñado y construido para ser el más deslumbrante de todos. Nacido de la inspiración de Leonardo da Vinci, es una auténtica obra de arte de 426 habitaciones, 83 escaleras y 282 chimeneas que nada tiene que envidiarle al Palacio de Versalles. Desde sus jardines y sus escalinatas hasta los detalles en las puertas, tapices y pinturas, deja de manifiesto su lujo y su arte como un equilibrio perfecto entre la ostentación y el orgullo.

La mayoría de los viajeros vienen hasta aquí porque en pocos lugares del mundo se puede ver algo como esto. Nunca se pueden sacar demasiadas fotos de su imponente escalera de doble hélice que resume el esplendor de la arquitectura renacentista. A mí me llaman más la atención las más de 300 salamandras que se distribuyen por techos y paredes. Dicen que este animal fue elegido como emblema  porque la creencia popular le atribuía el poder de avivar o apagar el fuego: nutrisco et extinguo, se decía en la antigüedad.

Chambord

Luego, de paseo por Amboise, me detengo junto a la estatua de Leonardo da Vinci en una isla del magnífico Loira y me pregunto cómo alguien pudo idear tan extraordinarias obras y hacerlo ver tan sencillo. Me asombran estas tierras que, de tanto parecerse a los cuentos, terminan por volverse casi irreales. Será por eso que sirvieron de inspiración a grandes talentos como Ronsard, Molière, Balzac o de escenario para las andanzas de personajes de la realeza.

Si bien Chambord no es el único castillo del Valle del Loira, sí me pareció el más impactante. Pero no por eso me detengo allí: Chenonceau, Chaumont, d’Ussé, Azay-le-Rideau, entre otros, son otras gemas que se dispersan en el camino del Loira.

El sabor de Loira

Pero esta región no es solamente la inmensidad de las suaves colinas y la magia que habita en los jardines reales. El Valle es también uno de los mejores destinos gastronómicos de Francia. Ahí donde las bodegas y granjas de viñedos se mezclan con restaurantes dueños de varias estrellas Michelin, comienza mi otro recorrido: el que se propone conocer el lugar a través de sus sabores.

Las caves touristiques du vignoble de Loire conforman las más de 300 bodegas que existen en todo el valle y proponen un recorrido de cata de vinos, cada una con su encanto particular: algunas con galerías iluminadas, otras suntuosas  y otras emplazadas en cavernas, cada una me deleita con sus vinos y espumantes. Sospecho que si Francia tuviera un sabor, sería ese: refinado, exquisito, particular.

Rillons y rilletes de cerdo, quesos de cabra, foie gras y brioche, pescados de río, trufas, o macarons de Cormery, todo acompañado de los vinos característicos de la zona: los rojos de Chinon o Bourgueil y los blancos de Vouvray o Amboise. Estas son algunas de las delicias que llevan el sello de la región más distinguida de Francia y que siempre que podamos, hay que probar en alguno de sus simples pero elegantes restaurantes, con pequeñas y escasas mesitas que parecen decirnos que todo el lujo está en las experiencias.

Viñedos en el Valle de Loira

De todos modos, al andar de paso por el valle o entre castillo y castillo, también es posible disfrutar de platos más simples y comidas servidas al paso. Tartines And Co o la Creperie Mamie Bigoude son algunas opciones más apegadas al clásico street food, omnipresente en todos los viajes del mundo.

Con todos los sentidos pude conocer en profundidad el Valle del Loira, que a su manera me hizo sentir como parte de la realeza y me abrió el apetito hacia sabores más exquisitos. La visita al Valle me quitó el sueño también varios días después.

Aún mientras preparo todo mi equipaje para partir a Provenza, sigo rememorando cada detalle de esta tierra encantada. Esta será de ahora en más mi propia joya personal, una que atesoraré como Francia atesora sus castillos, en un sitio especial de mi historia.

Mirá la propuesta que tenemos para vos acá

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Conocé el interior del Castillo de Chambord

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